Rapuncela quería escapar por su propia cuenta de la torre en donde estaba encerrada.
A ella no le gustaban esas historias en las que los príncipes salvan a las princesas. Aunque no conocía otros lugares diferentes a su pueblo, había leído algunos relatos sobre continentes llenos de flores, colores y animales hermosos, y conocerlos la motivaba más que la posibilidad de encontrarse con cualquier príncipe o caballero famoso.
Un día leyó sobre la historia de una damisela que permaneció en el bosque cuidando a unos enanos que la obligaban a limpiar toda la casa de ellos hasta el techo. ¡Qué agotador!, pensó. No comprendía por qué esos hombrecillos eran tan perezosos y no limpiaban su propia casa.
Luego, leyó la historia de una jovencita que, andando por el bosque, se encontró con un lobo que quería devorarla. Entonces Rapuncela pensó que tal vez no era seguro estar afuera, sintió temor de salir y encontrarse con toda clase de animales o criaturas tenebrosas.
Había pasado casi un año desde que Rapuncela había llegado a esa torre solitaria, según su familia, a esperar por un príncipe que la salvara. Recordaba cómo había sido su vida fuera de esas paredes angostas, recordó que podía jugar y hacer todo lo que quería. Había sido encerrada allí desde que empezó a salirle sangre por entre sus piernas, algo que ella no comprendía y que comenzó a sucederle de vez en vez. Se preguntaba si a esas damiselas de los cuentos les sucedía lo mismo, si a ellas también les salía sangre de entre sus piernas, y si habían sido castigadas de la misma forma.
Rapuncela era una damisela diferente, pues su cabello era abundante y muy crespo, y crecía y crecía, pero no hacia abajo, como le sucedía a la mayoría de mortales que conocía, ¡su cabello crecía hacia arriba!
Al mirar por la ventana cada día, apenas podía intuir qué había más allá del pueblo y las altas montañas que la rodeaban. ¡Mi cabello llega hasta el cielo! ¡Podría usarlo para trepar hasta las nubes!, pensó.
Un día, un príncipe la visitó. Le habían hablado de una doncella misteriosa que vivía en aquella torre a las afueras del pueblo. El príncipe le insistió a Rapuncela para que usara su cabello como escalera para él subir, quería conocerla y, según él, liberarla del encierro. Pero ¿cómo iba a usar ella su cabello como escalera para que él subiera?
Rapuncela ignoró al príncipe, no quería quedarse encerrada en la torre con un desconocido. Pero el príncipe insistía en visitarla y persuadirla para conocerla. Al saber que el cabello de Rapuncela crecía hacia arriba, empezó a llevarle toda clase de ungüentos y mil cuentos para que ella alisara su cabello y este cayera por la torre hasta llegar hacia él. El príncipe ignoraba la magia y el poder del cabello crespo y abundante de Rapuncela, que podía, mágicamente, encogerse o estirarse cuando ella así lo deseara.
Rapuncela era curiosa, las aves, que subían a veces a visitarla, y sus plantas eran el encanto y la compañía que le habían permitido llevar sus días en aquel encierro. Su sueño era conocer el mundo, a otras mujeres como ella y aquellos continentes que había visto solo en los libros. En estos, podía ver mujeres con todo tipo de cabellos, de todos los colores, largos, lisos, crespos y también trenzados. Mujeres con la piel del color de la tierra con que abonaba sus plantas, con los ojos oscuros y profundos como los de ella.
Un día, antes de que llegara el príncipe, quien creyó haberla convencido de hacer una escalera con su cabello, ella comenzó a tejer una trenza larguísima, y con esto descubrió que con las trenzas su cabello podía adoptar las formas que ella deseara. Al trenzarse, sus pensamientos pasaban y se quedaban en cada uno de sus cabellos. Al terminar, se dio cuenta de que no tenía que esperar a nadie. Habían pasado muchas horas y estaba cansada. ¿Necesitaba su trenza para recibir al príncipe en la torre o para salir de esta? Después de meditar por un momento, decidió treparse en ese tejido de cabellos que había creado y fue bajando por este poco a poco, hasta llegar al pie de la torre. Sus pies descalzos sintieron unas pequeñas hojitas verdes, eran suaves y le hacían cosquillas. Se asombró con las flores que crecían en el pasto y tomó algunas para enredarlas en su cabello, que era bastante largo.
Mientras avanzaba en su caminar, su cabello, mágicamente, comenzó a cambiar de formas y colores. Los rayos del sol, el rocío de los árboles y los tonos del arcoíris le habían dado vida y la habían dotado de magia. Ahora sabía que podía inventar todo tipo de peinados a medida que fuera recorriendo el mundo.
Mientras caminaba por el campo, tuvo muchos pensamientos y, al mismo tiempo, sintió la alegría de estar libre. Por un momento, pensó si estuvo bien rechazar las ofertas de aquel príncipe “encantador” que tanto había insistido en liberarla. Luego pensó sobre si algún día encontraría aquello que llamaban “amor verdadero” y que era el final feliz para aquellas damiselas que aparecían en los cuentos. ¿Cómo podía ser el príncipe un verdadero amor si para estar con él ella debía cambiar? ¿Acaso no podía ser ella misma su verdadero amor? Nada de alisados y ungüentos, ahora el mundo y las aventuras la esperaban.
Escritura: Lenyn Cordoba Palacios, Alicia Reyes Londoño y Ángela María Jiménez Cano.
Edición y correción de estilo: Alejandra Montes Escobar.
Ilustración de @ela_ilustraciones para @princesasmenstruantes.
Colaboración con el proyecto Princesas menstruantes. Narrativas emancipadoras.
Es un cuento maravillo, nos invita a amarnos tal y como somos, a ser libres, únicas e independientes. Felicitaciones a las creadoras 👏🏼👏🏼💜
Muchas gracias por leer y escribirnos tus reflexiones querida Yenni. Te invitamos a compartirlo para que mas niñas y mujeres se acerquen a estas historias.
Saludos
El cuento cuestiona los estereotipos de los cuentos de hadas tradicionales y plantea una salida
empoderada del encierro del cuerpo de la mujer (su mente en el relato es libre y cuestiona) a través de “la fuerza de su cabello y de la energía recibida de la naturaleza (madre Tierra) : “los rayos del sol, el rocío
de los árboles y los tonos del arco iris le habían dado vida, la habían dotado de magia”. ( Párrafo muy poético) . Las imágenes, el contexto y las palabras ( torre, damisela, príncipe) evocan a las de un cuento tradicional y de alguna manera, de nuevo, reproducen estereotipos de lenguaje y significados.
Estimada María de los Ángeles Martínez.
Muchas gracias por leer la historia y compartir tus importantes percepciones, y comentarios acerca de esta.
Estamos en ese propósito, continuamos en la búsqueda y creación de narrativas que cada vez nos permitan ser más libres. Saludos.